Reivindicando el mortero…
Hoy en día, sumergidos en una sociedad cada día más acelerada, solemos machacar los alimentos con procesadoras eléctricos. Pero lo cierto es que utilizar morteros manuales no solo es un ritual, relajante, terapéutico, folklórico que permite disfrutar y observar la transformación de las especias y la liberación de los aromas de manera gradual, sino que además, adquiriendo la experiencia y la habilidad, permite lograr resultados que no pueden ser obtenidos con una máquina.
Por ejemplo, un pesto no es para nada comparable entre el obtenido con un diente de ajo picado con cuchillas que con uno majado con un mortero. La procesadora logra reducciones super finas, pero un mortero aporta textura liberando poco a poco los sabores, aceites y aromas de cada ingrediente. Permite también, al chef, controlar la sensibilidad de la presión para variar el resultado según el tipo de comidas: en algunas salsas querremos reducir el ajo a una pasta, mientras que en otras preferiremos una molienda más rústica.